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No existe borrón y cuenta nueva

Erika GT


Antes pensaba que si me ponía metas debía especificar el día que comenzaba el camino para alcanzarlas. El lunes 20 de enero comienzo la dieta, a partir de mañana ya no desperdiciaré el tiempo, el 1 de julio comienzo a estudiar inglés. Poco tiempo pasaba para que llegara la frustración y la culpa, pues como es natural, para la vida no hay días ni plazos fijos. Hoy podía comenzar con el propósito de estudiar inglés y a la semana lo abandonaba por falta de tiempo, y siendo que “había fallado” por no ser constante, debía establecer otra fecha para iniciar, la cual generalmente nunca llegaba o llegaba mucho después.


Esta forma de ver los procesos cambió radicalmente a partir de la muerte de mi padre. Aunque después escribiré más sobre este suceso, puedo decir que a partir de eso experimenté una noción distorsionada del tiempo, una no conciencia de los hechos y una falta de memoria. Los sucesos que se desencadenaron después parecían obstáculos, uno más grande que el otro, para seguir el camino de plantearme metas. Parecía una bola de nieve que no me permitía hacer borrón y cuenta nueva. Lo único que parecía tener sentido era librar el día a día, un poco a las prisas, un tanto con indiferencia, otras veces con intensidad. En este proceso de resignificación del tiempo y el espacio, un día se volvió la unidad de medida. Esto no debe confundirse con la idea utópica de empezar de cero cada día, más bien, lo relaciono con la acción de dividir en partes pequeñas y en aceptar lo que es posible.


Este blog se publica hoy como un intento para guardar reflexiones atemporales, con personajes públicos y privados, con hechos y metáforas. Advertencia al lector: no soy escritora.



 
 
 

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